miércoles, 4 de mayo de 2011

El camino de la Meditación y los momentos de zozobra

Cuando uno decide meditar, se inicia en un camino pasivo en apariencia, pero dinámico en esencia. En el que se van sucediendo diferentes etapas, que tienen cada una, su tiempo de asimilación y maduración. Estos escalones o momentos son progresivos y graduales, y cada uno aporta profundidad y consistencia al que sigue. Si simplemente prestamos atención al hecho de cerrar los ojos, vamos creando un ritmo con otra melodía, distinta a la conocida. Las sensaciones que surgen en el cuerpo son otras, pueden ser percibidas y disfrutadas con plenitud. Se crea una armoniosa simbiosis con el aquí y con el ahora.  Al concentrar la atención en nuestra respiración,  un sinnúmero de movimientos corporales, afectivos y mentales, son el origen, la piedra fundamental desde donde partir.
Como siempre decimos meditar es una tarea a crear, a veces la persona está esperando un resultado mágico e inmediato, entonces insistimos que la meditación no es magia, sino que es un compromiso con uno mismo, la dimensión de ese compromiso, es la medida que la persona decida invertir en este recorrido. La primera etapa de búsqueda del que elige meditar, es de alguna manera, la que configura el camino que sigue y el resultado a obtener. Cuando uno medita, se está comunicando con la verdad primordial de lo que uno es, nos guste o no. La mayoría de las veces esto causa temor, incertidumbre, angustia, negación y en oportunidades estancamiento, entonces casi siempre se abandona la práctica habitual de la meditación. Entonces nosotros aconsejamos que ese es el momento en el que no hay que aflojar. Es el momento de seguir hacia adelante aún sin saber mucho a donde se va o se quiere ir. Solamente tomar conciencia unos minutos por día de la respiración, es el faro que ilumina y nos ordena en esos momentos de zozobra para seguir avanzando.
Mariana

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